En la década de los 80 España trataba de dejar atrás la dictadura franquista y teñirse de modernidad. Hasta la explosión de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, las medallas que España conseguía en unos Juegos se podían contar con los dedos de una mano. La olimpiada de Los Angeles en 1984 no fue una excepción. Pero una de las medallas logradas en la ciudad californiana agitó la pasión de todo un país. En agosto de 1984 muchos salones permanecieron con la luz encendida de madrugada. El motivo, la ilusión que había despertado la selección masculina de baloncesto. Aquel campeonato cambió la vida de doce jugadores y un entrenador, Antonio Díaz-Miguel, y transformó para siempre el baloncesto en nuestro país.