El 3 de octubre de 1940, Lluís Companys es trasladado desde la Dirección General de Seguridad de Madrid al Castillo de Montjuïc de Barcelona. Mientras Companys esperaba noticias de su hijo en la Francia ocupada, había sido capturado por los nazis y entregado a las autoridades franquistas. De eso hacía ya 35 días. Luis Orgaz, Capitán General de Cataluña, maldice a pleno pulmón. No sólo le ha sido encargada la tarea de liderar el proceso contra Companys sino que debe hacerlo con celeridad por orden expresa del Caudillo. Para Orgaz la tarea resulta muy molesta, un muerto con el que deberá cargar de la mejor forma posible. Companys es un estorbo, una piedra en el zapato; ya le hubieran podido fusilar los nazis o la policía franquista en el paso fronterizo de Hendaya. Pero no, se lo mandan a él. Y lo que Orgaz no quiere es convertirlo en un mártir. Este es el motivo del secretismo de la operación, el Capitán teme las posibles represalias de la resistencia.