Atraviesan el Océano Índico, pasando por el Cabo Buena Esperanza y finalmente llegan al Puerto de Lisboa en Portugal. Asombrados ante la imponente Europa, se dirijen a España para una audiencia con el Rey Felipe II que se dice tiene territorios en todo el mundo y en cuyo imperio nunca se pone el sol. Por las calles de la noche, se ven las llamaradas de un hereje condenado a la quema de fuego.