Los vecinos se reúnen para decidir si hacen una derrama para pintar la fachada del edificio, que ya está muy estropeada. Los nuevos inquilinos del edificio resultan ser una familia que han pasado por mejores épocas y que, debido a los turbios negocios del marido, han tenido que vender su lujoso chalé y trasladarse al edificio. Por último, Belén no consigue decidirse entre Carlos y Emilio.