Uno de los desastres ecológicos más grandes del mundo se produjo tras la retirada de las tropas iraquíes de Kuwait: incontables pozos de petróleo eran pasto de las llamas y millones de litros de petróleo iban a parar al mar. Pero lo que parece el fin es tan sólo el comienzo: paisajes y ciudades devastados, campos de batalla como desiertos lunares. Ese paisaje desolado y desolador parece el hábitat natural de bacterias y escorpiones: los hombres, en cambio, condenados a un silencio infinito, fruto de todos los horrores de la guerra, parecen estar fuera de lugar.