Castilviejo es un pueblo castellano que lleva años y años muriéndose de sed. Tiene muy cerca un gran pantano, pero es tanto como no tener nada, pues sus aguas no llegan hasta allí. De pronto, unos americanos que dicen ser expertos en prospecciones petrolíferas caen por aquellas tierras asegurando que hay petróleo. Estas parcelas son propiedad de don Zoilo Mendoza quien, ante la evidencia del tesoro que encierra su subsuelo, se pone en manos de don Fausto, uno de los ricos del pueblo, para que decida. El veredicto de don Fausto es este: nada para los americanos, porque lo que hay en las tierras de Zoilo vale más que el petróleo, es agua para Castilviejo.