En un barrio obrero de Baltimore vive Sylvia Stickles, una mujer malhumorada y reprimida de mediana edad. Aunque su marido tiene todavía apetencias sexuales, a Sylvia el sexo no le interesa lo más mínimo, pues tiene mucho trabajo: lleva la tienda de comestibles de la familia y prepara comidas equilibradas para su exhibicionista hija Caprice. Tras alterar el orden público, saliendo desnuda en varias ocasiones, Caprice y sus enormes pechos operados han sido confinados al apartamento que hay encima del garaje de la casa de los Stickles.